domingo, 8 de octubre de 2023

HECTOR REINNA, UN PROTAGONISTA DE ÉPOCAS DORADAS DE LA HISTORIETA ARGENTINA

 En el año 2009 participé con un stand de la editora La Duendes, en el Festival de historietas Dibujados, en la ciudad de Rosario. En esa ocasión conocí a Héctor Reinna. Se acercó al stand en el que nos encontrábamos conversando Sergio Mulko (dibujante de Nippur de Lagash), José Massaroli y Esteban Tolj. Recién se retiraba Eduardo Risso, autor hoy de renombre internacional. Reinna se presentó como “ex” dibujante. Llevaba tres décadas sin dedicarse al oficio. Le pedí que cuente acerca de su trayectoria. Se convirtió en el centro de atención cuando enumeró las revistas en las que trabajó y los dibujantes que conoció o con los que colaboró. Teníamos delante a un protagonista y testigo de épocas doradas de la historieta argentina. Para aprender y valorizar la tradición de la que formamos parte los autores actuales, conviene estar dispuesto a escuchar. Para ahondar en su historia continuamos la charla en una confitería. Nos acompañó Osvaldo Laino, otro autor de la edad de oro y promotor de la revista Dibujantes. Publicada en la década del ´50, fue la primera dedicada a los dibujantes e información sobre el ambiente de la historieta.



Como muchos otros dibujantes, Reina comenzó su carrera en diarios de las provincias. En su caso, de la ciudad de Rosario. A mediados de 1950 ganó un concurso que le posibilitó ilustrar libros para una editorial de Buenos Aires. El reconocimiento le valió que lo convocaran del diario Clarín. Debía hacer dibujos de humor. Con muestras de esos trabajos se presentó en la editorial de Dante Quinterno, que editaba las revistas Patoruzú y Patoruzito. Eran semanarios impresos en formato grande que presentaban humor gráfico e historietas de humor y aventuras. Las realizaban un amplio staff de autores. Patoruzito fue la primera revista en los años ‘40 en que la mayoría del contenido se generaba en el país. Tiraba 300 mil ejemplares por semana.

En el stand de La Duendes en Dibujados, Rosario. De izq. a der.: Aguado, Massaroli,..., Reinna y Mulko.


Le llamó la atención quien lo recibió en la redacción. Su aspecto era muy desaliñado en la vestimenta y con barba de varios días. Al ver las muestras, le dijo: “Ah, vos hiciste estos dibujitos. Qué linda manchita que tenés, me gustan mucho. ¿Querés ser mi ayudante?” A lo que Reinna le preguntó: - “¿y vos quién sos?”, - “Soy Joao (Mottíni), el que hace las tapas”, le respondió. Se trataba del dibujante brasileño Joao Mottini, considerado uno de los maestros de la época. Al día siguiente se presentó en lo que creía sería el estudio de Mottini. Residía en un departamento de pasillo con una escalera de metal toda oxidada, en un cuartito de tres por tres metros. Los muebles consistían en una mesa grande de dibujo, una silla y un ropero viejo y en mal estado. Reinna aclaró: “Él, como todos los genios, era muy mañero. Dibujaba tres o cuatro horas por día, no le interesaba el dinero. Así me empecé a relacionar con él. Una vez (Mottini) me dijo que me quede a almorzar y sacó una botella de vino. Era todo lo que había. Con Hugo Pratt se reunían y jugaban a ver quién tomaba más. Se bajaban tres o cuatro botellas de vino cada uno. Joao era muy bohemio”. Como su ayudante, trabajó haciendo tintas y fondos del personaje Cruz Calaveras.

Inserto en el ambiente profesional del dibujo, conoció y trató a autores que hoy integran el panteón de los próceres de la historieta nacional. Tales como Hugo Pratt (Corto Maltés, Sgto Kirk, Enrie Pike), Alberto Breccia (Mort Cinder, Sherlock Time), Ferro (Langostino, Pandora, etc), Abel Ianiro (Tóxico y Biberón, Purapinta), Dante Quinterno (Patoruzú, Patoruzito), Calé (Buenos Aires en Camiseta, en Rico Tipo), Torino, Bruno Premiani, Tulio Lovato (uno de los principales dibujantes en las sombras de Patoruzú), entre muchos otros. Eran tiempos en que la historieta se producía de forma industrial. Los autores estaban al servicio de los personajes. El ritmo de trabajo podía llegar a agotarlos. Dio algunos ejemplos: - “Un tipo que se hartó de dibujar era Ianiro. Lo encontraba en un subte de Diagonal Norte (Bs As) y decía: Estoy podrido, entro a las nueve de la mañana y salgo a las cinco de la tarde. No doy más. Era gente que no tenía un mango, lo único que tomaba era el subte”. Las series más conocidas creadas por Ianiro fueron Purapinta (en Leoplán y Rico Tipo en la década del ‘40), Tóxico y Biberón (en Leoplán) y Marmolín (en Rico Tipo).




Tulio Lovato fue uno de los principales dibujantes de Patoruzú, aunque siempre figuró la autoría de Dante Quinterno (el creador). Al respecto, ahondó Reinna: “Él tenía un profundo conocimiento de todo lo que fueran embarcaciones, le gustaba ese tema (realizaba en línea realista la serie Rinkel el ballenero). Pero era un tipo que estaba harto de dibujar. Le tenía bronca, lo detestaba a Patoruzú. Bueno, llevaba quince años haciéndolo”.

A otro autor que frecuentó fue a Calé (Alejandro del Prado), nacido en Buenos Aires pero criado en Rosario. Creó la serie costumbrista “Buenos Aires en Camiseta”. En lo que consideraba un atrevimiento juvenil, le señaló a Calé que su éxito le resultaba inexplicable porque lo que reflejaba en sus viñetas no se correspondían con las costumbres de la ciudad de Buenos Aires, sino que eran las de Rosario. También comentó que su dibujo, muy prolijo y detallado, poco tenían que ver con sus hábitos: “Un día lo visité en la pensión que vivía. Era un desorden total. No sabías dónde terminaba la mesa de dibujo y empezaba la cama. Sus trabajos y él eran todo lo distinto”.



En 1974 conoció a una mujer francesa y a los 45 días se casaron. Se mudó a Tres Arroyos, donde ella residía. Mottini lo ayudó para que se fuera con trabajo. Le concertó una entrevista con el dibujante y editor Héctor Torino, que lo aceptó tras unas pruebas. Durante dos años realizó los lápices de la serie “Don Nicola”. El personaje que contaba con revista propia y fue un gran éxito.

Transcurridos los años le fue muy bien con las historietas. Sus personajes Batute y Batata se publicaron con muy buena repercusión en México. Desde ese país le ofrecieron que se mudara para dibujar la reconocida serie de animación Tom y Jerry, pero no viajó por el nacimiento de su hijo. Tiempo después se dedicó a la enseñanza en la Universidad de la Plata. Finalmente, la vida lo llevó a abandonar el dibujo.  




Como muchos otros autores de su generación, se puso al servicio de los personajes que dibujó. Quedó en un segundo plano. Ese era el motivo por el cual no lo conocían sus colegas actuales. Me pareció una pena que un autor con su experiencia abandonara lo que le cautivaba. Era un talento perdido. Como estaba jubilado, le sugerí que retome por el gusto de dibujar. Que encarara una obra personal sin condicionamientos comerciales. Poco después me contactó para sumarse a las publicaciones de La Duendes, tanto en papel como en formato digital. Me confesó que, pese al entusiasmo, la falta de práctica le había endurecido la mano. Con el transcurrir de los meses ganó soltura y su trazo retornó al nivel profesional. Para adaptarse a los nuevos tiempos, comenzó a estudiar computación con Gerardo Romagnoli, quien también le coloreaba sus trabajos de forma digital. Estaba feliz y se notaba. En todos los rubros del arte la experiencia suele ser más importante que la edad. La práctica continua eleva la calidad de la obra.

Pese a estar tantos años alejado de la profesión, su personalidad inquieta y juvenil hacía que su trabajo resulte innovador.



Me llamaba por teléfono con cierta frecuencia. Lo reconocía de inmediato por su forma de modular y su característico: - “Hooooola Alejaaandrooo”. Me recordaba, según sonaba en viejas películas en blanco y negro, a como hablaban y entonaban los actores y locutores de las décadas del ‘40 y ’50. Era lindo escucharlo. Luego me bombardeaba con una andanada de ideas y propuestas. En varias ocasiones me envió de regalo ejemplares de las revistas Patoruzito, Rayo Rojo y algún libro, para que conociera en profundidad la edad de oro que me había descrito. Son joyas del pasado que hoy atesoro.

Entre los años 2009 y 2016, en el sitio Historieta Patagónica, realizado por La Duendes, canalizó varias series. En Batute y Batata retomó sus personajes de décadas atrás, adaptados a los nuevos tiempos. “Guapos y Tangueros” consistió en humor relacionado con la cultura tanguera. “El Conventillo Aéreo” fue una especie de “Conventillo de Don Nicola”, pero adaptado a las vivencias del presente de los habitantes de un edificio de departamentosl. “Humor Marciano” apelaba a un humor extravagante para aludir a la actualidad. En “Hueso Clavado” parodiaba el género gauchesco. “Héroes del Cómic” era otra parodia referida a los súperhéroes, contrapuesta a los personajes de factura nacional. “Chicas de Venus” era humor de ciencia ficción ejecutado con un estilo de dibujo vanguardista, en que el diseño de página y el color jugaban un importante rol. Las mujeres fueron protagonistas en “Chicas de Venus” y “Libertad Rodríguez”. El Rock argentino también contó con su serie.



En sus páginas abundaban las citas a la cultura popular, a personajes ficticios y reales del presente o el pasado, ya sean en los dibujos o en fotos que integraba a las historietas. Tales como Pedro Picapiedra, Patoruzú, Súperman, Bátman, La mujer maravilla, El hombre araña, Lindor Vocas, El Cabo Savino, Purapinta, Don Nicola, Afanancio, Piantadino, Capicúa, Cara de Ángel, Fiaquini, Isidoro y Langostino. Muchos de los personajes nacionales, pese a su popularidad en décadas pasadas, deben resultar desconocidos para los lectores más jóvenes. Entre las personalidades se contaban Leonel Messi, Sandro, Gardel, Miguel del Sel, Belgrano, San Martín, Salvador Dalí, Monzón, Lanata, Sarmiento, Fangio, Pappo, Hilda Lizarazu, Ivan Noble, Pajarito Zaguri, León Gieco, Litto Nebia, Fabiana Cantilo, entre otros. Varios de sus colegas también aparecieron en sus historietas: Divito, Torino, Mazzone, Osvaldo Laino, William Gezzio (dibujante uruguayo), Toto y quien esto escribe.  Para la etapa de La Duendes abandonó el dibujo de humor que se practicaba cuando trabajaba como profesional, el que se caracterizaba por ser despojado, sintético y de trazo elegante. Optó por uno más espontáneo, acorde con el nuevo siglo.

Al volver de un viaje a Buenos Aires, Gerardo Romagnoli fue al domicilio de Héctor para seleccionar los trabajos que enviarían esa semana a La Duendes y dictarle una clase de computación. No lo atendió ni contestó el teléfono. Cuando se comunicó con el hijo, supo de su muerte. Reinna falleció el 23 de junio de 2016.




Se lo anunció en los sitios de La Duendes. La noticia causó conmoción. Cada vez que un autor de historietas fallece se difunde en redes sociales y si era famoso se publica en diarios de distribución nacional. Luego, en la mayoría de los casos, sus trabajos quedan relegados al olvido. Son pocos los autores cuya obra sigue circulando o reeditándose tras su muerte. Para que los trabajos de Reinna en La Duendes trascendieran su partida, se los siguió publicando por períodos. Algunos, que había realizado en blanco y negro para las ediciones en papel, se colorearon. El último que apareció fue el 22 de septiembre del año 2021.

Alejandro Aguado

Los trabajos de Reinna se pueden ver en: https://historietapatagonica.blogspot.com/search/label/reinna

jueves, 14 de septiembre de 2023

“Viento Lindo” y “Agapito y Pulga”, dos clásicos del humor gráfico

 

El diario Clarín de Buenos Aires quedó en la historia de la historieta argentina cuando en los años ’70 modificó su contratapa, en la que publicaban tiras y viñetas de humor. Todos los trabajos eran de autores nacionales. Desde entonces los lectores comenzaron a leerlo por la contratapa.

Lo que se obvió es que algo similar ocurría en medios gráficos de las provincias de todo el país. Uno de muchos ejemplos lo protagonizó el diario Crónica de Comodoro Rivadavia (abarcaba el sur de Chubut y norte de Santa Cruz). Los trabajos convocantes eran viñetas unitarias de humor que abordaban temas de la actualidad. Entre 1968 y principios de 1973 Roberto Guerrero publicó el personaje “Viento Lindo”. Aparecía en la tapa del diario. Continuó dibujándolo hasta 1976 en El Patagónico, la competencia de Crónica. Viento Lindo, en su aspecto, se asemejaba a Patoruzú, muy de moda por aquella época. Al ser un personaje publicado en un diario regional debía tener anclaje con la zona. Resultaba lógico que eligieran un tehuelche como personaje, uno de los habitantes originales de la región. El dibujo humorístico de Guerrero era sintético y muy estilizado. Era el acorde para el espacio que le brindaba una viñeta (un solo cuadro diario), en que debía editorializar sobre un tema de actualidad. El autor dejó de realizarlo cuando se mudó a otra ciudad, situada en la cordillera de los Andes. El personaje gozó de gran popularidad.




En 1980 el ingeniero Osvaldo Mosconi presentó en Crónica la idea de desarrollar un personaje humorístico que cubriera el vacío que había dejado Viento Lindo. Probaron diferentes diseños hasta que aceptaron uno caracterizado como un hincha de fútbol. Para la versión definitiva introdujeron cambios en la vestimenta con la finalidad de abarcar a un sector más amplio de la población. Lo vistieron con un mameluco de trabajo, pero al estilo norteamericano. En vez de ser entero lleva los hombros descubiertos, como si fuera una jardinera. Remitía a un “laburante”, a alguien del pueblo. El 13 de diciembre de 1980 el diario lanzó un concurso para que los lectores eligieran el nombre al personaje. La publicidad invitaba: “Piense un nombre y mándelo a Crónica! Gánese… Un millón de pesos Ley”. El ganador fue “Agapito” y para fin de mes se comenzó a publicar. En 1981 se sumó un perrito. La presencia de dos personajes enriqueció la viñeta y fue tan buena la repercusión que en febrero de 1982 se rebautizó como “Agapito y Pulga”. Abordando temas en tono crítico e irónico, el dúo tuvo gran aceptación. Era común que, al igual como sucedía en Clarín, los lectores se dirigieran de inmediato a la viñeta para ver qué tema trataba.


Viento Lindo en 1968


La viñeta resultó un registro de las problemáticas de la región y sus principales protagonistas. Entre Viento Lindo y Agapito y Pulga existió continuidad en las temáticas que abordaron. Al analizar las viñetas resulta un tanto perturbador verificar cómo son las mismas desde hace 60 años. Por ejemplo, los cortes de agua y las roturas del acueducto que surte a Comodoro Rivadavia – Rada Tilly y Caleta Olivia (Santa Cruz). La periódica falta de presupuesto, problemas de infraestructura e insumos del Hospital regional. Lo dibujaba como un elefante blanco, raquítico y lastimado. El desastroso estado de calles y rutas. La temática vial, en lugar de resolverse, empeoró con una ciudad colapsada. Los movimientos de suelo del cerro Chenque. La falta de viviendas y tierras para edificar. Los problemas relacionados con el suministro de servicios. Los políticos y las sucesivas crisis económicas y sociales también fueron recurrentes. El único tema que dejó de citarse fue el de la extensión del puerto de la ciudad, que estaba inconcluso desde hacía décadas. Terminarlo era uno de los temas de campaña de los políticos. A principios de los ’90 un gobernador encaró la obra y la concluyó. Ya no pudieron utilizarlo para las campañas. El fútbol fue otro de los temas que tuvo amplia presencia.  



Se publicaba en una página dedicada a tiras y viñetas de humor gráfico. Compartía espacio con personajes como Mafalda de Quino, Fabian Leyes de Rapela, De la crónica diaria de Dobal, Vida diaria de Sendra, chistes de Basurto y diversos títulos que fueron sucediéndose. La última incorporación de impacto fue el personaje de origen chileno Condorito. Agapito y Pulga le dieron la bienvenida en una viñeta. Todas las tiras eran compradas a agencias que abastecían a los diarios de las provincias. El dúo era el principal convocante de la página.

La repercusión se la percibía en la vida cotidiana de la ciudad. En comercios, talleres mecánicos o en oficinas de instituciones se podían ver viñetas recortadas del diario y pegadas en vitrinas, escritorios, muebles y paredes. Agapito y Pulga protagonizaban murales dispuestos por toda la ciudad o bien algunos comercios llevaron sus nombres. En uno de los festejos de primavera realizados por los colegios secundarios, una carroza presentó a los muñecos de los personajes hechos en tamaño gigante. El talentoso escultor José Calico los inmortalizó con una escultura de hierro.



El autor trató de pasar desapercibido, desdibujándose en el alias de Pelayo. Pero la repercusión de su creación terminó por hacer público que el autor era el ingeniero Mosconi, un docente universitario. Desde los medios de comunicación lo entrevistan con frecuencia.

 En el año 2003 el autor publicó un libro con una selección de viñetas comprendidas entre los años 1980 y 1991. Se llamó “Agapito, Pulga y el nacimiento de una irónica crítica”. En una edición de la Feria del Libro de Comodoro Rivadavia, en un stand de la editora La Duendes, en el que compartimos espacio con el escritor Hugo Covaro, lo tuvimos a la venta. Resultaba muy impactante cómo lo buscaban los lectores, se vendía de forma incesante. Hoy está agotado.

La página de humor e historieta del diario Crónica (Chubut y Santa Cruz) en 1988.


A Guerrero lo busqué y entreviste en El Bolsón, donde tenía una vidriería. Lo gratificó saber que lo recordaban. Me facilitó trabajos nuevos para publicar en “El Espejo. De los dibujantes del sur”, publicación que por entonces coordinaba en el diario Crónica. Nos mantuvimos en contacto durante algún tiempo.

Mosconi, con motivo de una campaña política para unas elecciones en 1995, junto a Agapito y Pulga incluyó a Condorito y a mi personaje Chiri Von Fiesta (se publicaba en el suplemento joven Aerosol, del diario Crónica). El motivo fue satirizar la campaña real con el ficticio “Partido Humorista Unido”. Fue una muy grata sorpresa y en cierto modo un reconocimiento a la repercusión que tenía mi personaje. Siempre le estaré agradecido. En el año 2019 pude retribuirle la gentileza. Realicé la ilustración para la gráfica de la Feria Internacional del Libro de Comodoro Rivadavia. Los protagonistas fueron los personajes de historietas y humor que vivieron en los diarios regionales desde los años ‘60. Entre ellos estaban Viento Lindo y Agapito y Pulga.

Agapito y Pulga y mi personaje Chiri Von Fiesta, en 1995.


El padre de Agapito y Pulga falleció el 27 de julio de 2012 en un accidente automovilístico. Cuando la gente siente como propios a los seres de tinta y papel pareciera que toman vida, que fueran de carne y hueso. Con la partida del autor, la región también perdió a dos amigos entrañables.

Lamentablemente, en una costumbre que se acentúa con los años, de valorar lo foráneo e ignorar los talentos locales, desde las instituciones pertinentes no se le realizó a los personajes y a su autor el reconocimiento debido. Desde hace años una escultura de gran tamaño debería recordarlos dispuesta en algún sitio de importancia de la ciudad. Fueron personajes/personalidades ilustres y merecen ser recordados. También son parte de la historia de la historieta nacional.

Alejandro Aguado


Una de las imágenes de la gráfica para la Feria Internacional del Libro de Comodoro Rivadavia, en 2019. 


domingo, 27 de agosto de 2023

CARLOS “CHINGOLO” CASALLA, EL PADRE DEL CABO SAVINO. Por Alejandro Aguado

 

En Argentina las historietas eran muy populares y se leían de forma masiva. Entre las décadas del ’40 y el ’80 la oferta de revistas que se conseguían en los quioscos era muy amplia y se vendían de a cientos de miles. El 80 por ciento de lo que se leía era de producción nacional y de muy alta calidad. Las había para niños y jóvenes, de humor gráfico y de historietas “serias” de aventuras. A su vez, comprendían diversos géneros temáticos: de guerra, ciencia ficción, costumbristas, de humor, de guerreros en tiempos bíblicos, policiales, del corazón, etc. El del gauchesco era una especie de equivalente nacional del western norteamericano. En las provincias era donde contaba con mayor aceptación. Una serie de grandes autores, muy buenos dibujantes, quedaron asociados con el género. Tales como Walter Ciocca con Lindor Covas y Hormiga Negra, Raúl Roux con Cuentos del Fongón, Rapela con Fabian Leyes y El Huinca, Carlos Magallanes y Jorge Morhain (guionista) con Martín Toro, Carlos Roume con Nahuel Barros y Patria Vieja (con Oesterheld), Juan Arancio también con Patria Vieja y Pehuén Curá, por citar a los más conocidos. Casalla comenzó a publicar al Cabo Savino en 1951 en el diario La Razón. El personaje se transformaría en uno de los clásicos de la historieta argentina.




Gran parte de los dibujantes del país desarrollaron su obra radicándose en la ciudad de Buenos Aires, que es donde estaban las grandes editoriales. Casalla nació en la provincia de Buenos Aires y en los años ’60 se radicó en Bariloche. Desarrolló su amplia y exitosa carrera desde Río Negro.


Foto: A. Aguado


De un modo u otro siempre estuve muy relacionado con Bariloche. Según mis padres me hicieron ahí, de chico pasaba las vacaciones y festejaba mis cumpleaños en sus bosques. En la ciudad conocí y traté a excelentes artistas y conseguí algunos de los mejores libros y revistas que conservo. También expuse, obtuve premios y los libros de mi autoría tuvieron muy buena recepción. A Casalla lo conocí durante algún viaje a Bariloche a principios de los años ’90. Fue muy cordial y amable, pero frecuentaba más a otros artistas de la ciudad. Creo que como estaba iniciándome en el dibujo, me intimidaba saberlo uno de los maestros de la historieta nacional. Todos hablaban de él, era un prócer local.




En 1993, tras ganar una preselección por provincias, obtuve el primer premio en la Primera Bienal de Arte Joven de Patagonia. Luego supe que un miembro del jurado fue Casalla. Nos encontramos en los pasillos del Hotel Llao Llao, que era donde se desarrollaba el evento del que participaron 500 artistas. Me felicitó por el trabajo y me explicó por qué consideró que merecía ganar. Las palabras del maestro hicieron que el premio me resultara más valioso.

Al Cabo Savino lo publicó en varias revistas y diarios, hasta que lo aceptaron en la editorial Columba. La editora publicaba los títulos El Tony, Fantasía, D’ Artagnan e Intérvalo, en varios formatos y periodicidad. Esas revistas dominaban el mercado de las historietas serias y se vendían de a cientos de miles en todo el territorio nacional y se exportaban a países vecinos. Su ingreso a Columba le representó el reconocimiento a nivel masivo. A diferencia de lo que le ocurría a otros autores, Casalla pudo mantener su estilo de dibujo y la personalidad de su personaje. Realizaba con total libertad unas quince páginas por semana. Con el transcurso de las décadas las historias fueron escritas por una docena guionistas. El más destacado por su continuidad fue Álvarez Cao. El personaje tuvo tal aceptación entre los lectores que en la década del ’70 se publicó como revista, bajo el sello de Columba. Su exitosa gráfica de impronta muy personal, llevó a que la editorial impusiera a otros dibujantes que copiaran su estilo. A Casalla no le parecía bien porque era coartar la libertad de sus colegas. No pudo hacer nada al respecto. También tuvo a su cargo la gráfica de otras series, tanto en Columba como en editorial Record (Skorpio, Tit Bits, Pif Paf, etc.) Tales como el exitoso western Alamo Jim (guiones de Albiac y Morhain), Memorias de un porteño viejo (guion de Alvarez Cao), las series Ronstadt (guion de Armando Fernández), El Cosaco (con guion de Robin Wood), Capitán Camacho (similar a Savino, pero con diferente rango), Chaco (con guion de Wood), Larsen & Finch (guion de Wood), Perdido Joe (guion de Albiac), y de guerra como Sargento York y Patrulla Americana, y diversos unitarios. Sus trabajos se republicaron con éxito en Europa.




El Cabo Savino se publicó en las revistas de Columba hasta mediados de 1986. Luego a nivel nacional se le perdió el rastro. En el ambiente de la historieta (de Buenos Aires) se creía que se había discontinuado. El personaje continuó protagonizando aventuras como tira diaria en las páginas del diario Río Negro, el principal del norte de Patagonia.

Por mi parte, el trato con Casalla se volvió más fluido con la llegada del nuevo siglo. Cada vez que iba de vacaciones a la Comarca Andina (Bolsón-El Hoyo-Lago Puelo-Epuyen), viajaba a Bariloche para visitarlo. Residía con su compañera en una confortable casa tipo alpina, en una zona alta de la ciudad. Desde el living se dominaba una amplia vista del lago Nahuel Huapi. A un lado, en una casita de madera, se situaba su estudio. Era el archivo de sus dibujos, pinturas y libros con sus trabajos. Ingresar era como adentrarse a una parte de la historia de la historieta argentina. Sobre un escritorio se apilaban decenas de tiras del mítico Cabo Savino, dibujado con su personal estilo: trazo suelto, vigoroso, que combina gruesas pinceladas de negros plenos y texturas logradas con decenas de rayitas a plumín. Para dibujar historietas del westerns y del gauchesco en un estilo realista se debía dominar la figura del caballo. Eran su especialidad. Los hacía según la raza y lograba transmitir sus personalidades. Eran memorables sus escenas de tropillas al galope, de malones y de jinetes combatiendo. Se percibía el movimiento, la intensidad.



En varias ocasiones, mientras charlábamos, lo filmé dibujando. En cada conversación afloraban los secretos de la profesión, siempre dispuesto a transmitir sus conocimientos. Era muy accesible y humilde para ser quien era. Comentaba en broma que uno de los problemas del ambiente eran los egos. Residir lejos de Buenos Aires le permitía moverse entre dos mundos. Uno era el de la Patagonia tierra adentro que se asemejaba al que recreó con su personaje. El otro era el de la historieta nacional. La Patagonia se le hizo propia y generó varios libros sobre personalidades del pasado regional. Fueron poco conocidos a nivel país, pero las ediciones se agotaban.

Solía sorprenderme cuando me consultaba sobre aspectos de la historieta actual. Muchas de sus vivencias no las comentaba de forma pública, por pudor. Con frecuencia recibía muestras de cariño y admiración de lectores y colegas, en Argentina y en países vecinos. Fui testigo de algunas. Homenajes institucionales recibió del Estado provincial de Río Negro y del Congreso Nacional. En Río Negro y Neuquén la población e instituciones suelen valorar a sus artistas.




En esa etapa, me escribió un guion para que yo lo dibujara. Por intermedio de la editora La Duendes tuve el gusto de publicarlo en un compilado grupal y de editarle un libro del Cabo Savino, con historias del período patagónico. También se le dedicó otro llamado “Homenaje al Cabo Savino. Cabo por siempre”, hecho entre numerosos autores. Del libro de homenaje también participaron algunos de los maestros de la historieta nacional. Llevó el subtítulo “Cabo por siempre” porque el personaje se estancó en ese rango por decisiones propias. Por ejemplo, en un episodio debía apresar a un gaucho que estaba por salir de un prostíbulo. La orden era dispararle ni bien se asomara. Cuando lo vio se negó a hacerlo. Era Juan Moreira, que en esa ocasión fue muerto por el agente Chirino. El jefe de la partida comentó en referencia a Savino: -“Este no asciende más”. Pese a ser un personaje de ficción, el autor trató que se lo percibiera como a alguien real que renegaba de las injusticias.




En el año 2010, con motivo del Bicentenario nacional, se realizó una muestra en Bariloche con los maestros de la historieta. Me invitaron a participar junto a Horacio Lalia, Casalla, Lito Fernández, Domingo Mandrafina, Meiji, entre otros. Fui con el colega Taro. Lo más grato fueron los días de experiencias en grupo. Paseamos por los bosques, compartimos comidas, visitamos un centro donde residían adolescentes judicializados (excelente por el recibimiento) y muchas horas de charlas referidas al dibujo y la historieta. Durante una de esas noches, en su casa, nos entretuvimos tomándole varias fotos con un muñeco que le habían hecho con su figura. En el evento Casalla nos deleitó con sus aptitudes como músico. Se lo consideraba uno de los mejores percusionistas del país.

Foto: Alejandro Aguado


En el año 2014, en Canal Encuentro se emitió el episodio “La historieta patagónica: el humor reflexivo” en el programa Continuará. Bajo la conducción de Juan Sasturain, el programa del que se emitieron 5 temporadas, estaba dedicado a publicaciones y autores del pasado y el presente de la historieta argentina. En el dedicado a la historieta en Patagonia nos entrevistaron a Carlos Casalla, Chelo Candia y a mí.




A los 90 años de edad seguía activo, movilizado por su espíritu juvenil. Un día del año 2017 se acostó y ya no despertó. Se fue en paz. Desde entonces para mí Bariloche no es lo mismo. Le falta la figura que era una de las almas de la ciudad y el vacío se siente.

Alejandro Aguado





martes, 28 de marzo de 2023

Partió el maestro del dibujo y la historieta ERNESTO GARCÍA SEIJAS, (1941-2023)

 

Partió el maestro del dibujo y la historieta Ernesto García Seijas, (1941-2023) otro de los grandes maestros de la historieta argentina. Comenzó a publicar a fines de los años 50, en revistas hoy míticas, como Bucaneros, Frontera, Hora Cero, Misterix, Rayo Rojo. Desde esos años transitó por las principales editoriales argentinas de historietas, de los tiempos en que era una industria vigorosa. Dibujó series de notable repercusión dando vida a personajes entrañables, tales como Helena (con Robin Wood en Intérvalo), Mandy Riley (con Ray Collins en Skorpio) o El Negro Blanco (con Trillo en Clarín). Desde los años ‘90 publicaba la mayoría de su obra en Europa. Los personajes de mayor éxito que realizó en Argentina también fueron muy populares en Italia, donde también dibujó Tex, un personaje emblemático en ese país.



Con su partida se va un virtuoso de la narración gráfica y el dibujo. Su trabajo, dentro de una línea clásica de excepcional calidad, era exquisito, elegante y vistoso. Cada una de sus viñetas era un cuadro y todo lo dibujaba bien. Los que somos dibujantes y crecimos leyendo obras como las de él, los valoramos como maestros, como referentes. Era de esos autores que primero se leía la historieta disfrutando del conjunto de la historia (guión y dibujo) y luego se volvía a sus páginas para disfrutar de todo lo que conformaba su dibujo (la figura humana, escenarios y todos los elementos que le daban forma), el entintado (técnicas y modos de hacerlo), etc, etc. Sus trabajos de época, costumbristas, como Helena o El Negro Blanco, resultan un registro visual de la Argentina en los años ’80 y ‘90. Imposible no sentirse identificados. Son un disfrute visual. Quedan pocos de su generación, virtuosos del dibujo. Otra lamentable pérdida.

Alejandro Aguado




Para los que les interese conocer más de su historia, pueden leer una entrevista que le hice en el año 2011. Está ilustrada con muchos ejemplos de su trabajo. Tienen que cliquear el siguiente link  





viernes, 17 de marzo de 2023

A 30 años de “El Espejo. De los dibujantes del sur”. La publicación de cabecera de la movida patagónica de historietas y humor gráfico de los años '90


 

Durante la primera mitad de los años '90 los que en su mayoría éramos un grupo de veinteañeros vivimos una linda aventura editorial y creativa. Trabajando en conjunto concretamos el primer movimiento grupal historietístico y de humor gráfico de Patagonia. Existía el antecedente de autores publicando en medios gráficos de la región desde hacía décadas, pero de forma individual. Tales como Horacio Marras, Roberto Guerrero, Khato, Pelayo (todos de Chubut), Carlos Riela en Bariloche, Tornillo en Neuquén o el maestro “Chingolo” Casalla (patagónico por opción), por sólo citar a algunos de los más conocidos en diferentes regiones de Patagonia. Los antecedentes de las primeras viñetas publicadas en la región por autores residentes se remontaban a mediados de 1917, al menos en el sur de Chubut.



Entre fines de los '80 y principios de los '90 se publicaron en Patagonia las primeras revistas dedicadas íntegramente a la historieta y el humor gráfico: “Alquitrán” (Neuquén), “El Sistema” (Allen, Río Negro), “El Humor de la Semana” (Caleta Olivia, Santa Cruz) y “Duendes del sur” (Chubut).




Una exposición en 1992 de integrantes de la Duendes en la ciudad de Neuquén propició un afortunado encuentro con los locales de “Alquitrán”. Fue el puntapié que dio inicio a la movida, cuando surgió la idea de trabajar en conjunto. Como la revista “Duendes del Sur” había quedado chica para dar cabida la cantidad de autores que se iban sumando, se presentó la propuesta de una publicación nueva de más alcance y frecuencia al director del diario Crónica, Diego Zamit. Ya nos conocían debido a difundían las actividades que se realizaban desde La Duendes. El diario era el de mayor tirada en la región centro de Patagonia (sur de Chubut y norte de Santa Cruz) y se estaba modernizando al incorporar nuevas tecnologías, a la vez que expandía su tirada, sumaba cantidad de páginas y suplementos semanales de elaboración propia. A la reunión asistí con una carpeta que desbordaba de trabajos de muchos autores, para mostrar que se contaba con abundante material. Aceptó la propuesta de inmediato. Luego me llevó al sector de diagramación (contaba con algunas de las primeras computadoras Mac introducidas en el país) y me dijo: "Estas son las computadoras que tenés que usar para armarlo". Tuve que aprender su uso durante la marcha ya que aún eran una novedad. Pese a que contaban con lo que era tecnología de punta, los originales de la publicación se armaban de forma artesanal. Se diagramaba el original en la computadora, se imprimían las páginas maestras y se le pegaban textos e imágenes mediante fotolitos. Finalmente se enviaban las páginas al área de impresión. 




En marzo de 1993 el diario inauguró una nueva rotativa a color con “El Espejo. De los dibujantes del sur”, concretando la publicación de historietas y humor. El salto en la distribución, difusión y repercusión fue enorme. De tiradas reducidas pasamos a 15 mil ejemplares semanales (se calculaba que a cada ejemplar lo leían entre 4 y 6 personas, por lo cual la cantidad de lectores rondaba los 60 mil). Una parte se distribuía por correo al resto del país y el exterior. Por aquellos años no existía Internet y toda la información y entretenimientos se concentraba en los medios de comunicación tradicionales (Tv, radio, diarios). La repercusión entre los lectores se sentía.




En lo específico a la historieta, en el país el 90 por ciento de lo que se leía era de producción de autores y editoriales nacionales y en los quioscos de revistas se podía acceder a una veintena de títulos mensuales. Por aquellos años, aunque en declive, Argentina aún era una de las siete potencias del mundo en la creación de historietas (en los otros países-potencia sigue vigente). De la mano del menemismo con sus políticas privatizadoras y de apertura indiscriminada de la economía hacia fines de los ’90 se destruyó la industria nacional, entre ellas la industria editorial de historietas.





El disponer de un espacio semanal propició que se sumaran los autores de otras publicaciones de la región y muchos que trabajaban de forma independiente. El 1993 el Gobierno de Río Negro organizó la primera Bienal de Arte Joven de la Patagonia en la ciudad de Bariloche. Participaron autores de toda Patagonia y La Pampa, que previamente fueron seleccionados por concurso en cada provincia. Los tres primeros premios en el rubro historieta los obtuvieron integrantes de El Espejo. El evento también sirvió para sumar más autores. En 1994 El Espejo organizó en Comodoro Rivadavia el primer Festival de grandes dimensiones de historieta y humor con autores de Patagonia. Otras actividades fueron un concurso de historietas y humor gráfico destinado a estudiantes colegios de la provincia del Chubut y muestras itinerantes por los colegios, etc. El Espejo también contaba con secciones dedicadas a difusión de eventos y entrevistas a autores nacionales y regionales. Para el primer aniversario sucedía algo impensado para una publicación patagónica: autores de todo el país enviaban sus trabajos para que se publiquen. Entre ellos autores de la revista porteña El Tripero, integrada por los alumnos de Alberto Breccia. Lo acostumbrado en Argentina siempre fue que se tratara de publicar en medios de Buenos Aires. Por un instante habíamos invertido el proceso. Lo más inesperado fue que nos escribieran desde una revista emblemática de España: El Víbora.




En 1994 se produjo una crisis a nivel mundial de faltante de papel. Afectó a medios gráficos de todo el país, grandes y chicos. Los obligó a reducir la cantidad de páginas y desprenderse de personal. Debido a ello la mayoría de los suplementos del diario fueron cancelados. El Espejo murió en el número 89. Para entonces se habían publicado a más de 60 autores de toda Patagonia. Pocas semanas antes de la cancelación se iba a sumar Roberto Fontanarrosa, que había aportado páginas del personaje Inodoro Pereyra. No pudo ser.

Transcurridas las décadas, los hoy mayorcitas/tos podemos decir que sin proponérnoslo fuimos pioneros en la región. No éramos conscientes de ello. Aún no existía Internet y la comunicación e intercambio entre los que estábamos lejos era por medio del teléfono fijo, por correo o de forma presencial, viajando. Todo costaba más que ahora, pero no lo sabíamos. Lo hacíamos con gusto, motivados por el entusiasmo. Transcurridos los años, de los que fuimos protagonistas, varios continúan/ron publicando a nivel regional, nacional e internacional. Otros se dedicaron a otros rubros artísticos o lamentablemente dejaron de dibujar.

La historia se retomaría y continuaría entre 2007 y 2022 con la editora La Duendes, con dos sitios en Internet (con el aporte de más de 200 autores del país y el exterior) y la publicación de cerca de 70 títulos en papel.

 

RESCATES

En 1997 se publicó un libro llamado “Tinta Densa Patagónica” que rescató la historia de la movida historietística de los años ‘90. El libro fue reeditado en 2008 como PDF, para su descarga gratuita desde Internet y finalmente en papel en 2009, ampliado.

El primer rescate-valorización de la movida patagónica de los años ’90 surgido desde el propio ámbito de la historieta se dio en España, en el año 2003. Se publicó una nota en el sitio TEBEOSFERA, especializado en el estudio, análisis y difusión de la historieta.  Para leerla



La siguiente nota rescatando y valorizando la movida fue publicada en abril de 2007 en el número 6 de la revista SACAPUNTAS, publicada por la ASOCIACIÓN DE DIBUJANTES DE ARGENTINA, Buenos Aires. Para leerla

En el año 2010 se publicó un libro de 112 páginas titulado “El Espejo. De los dibujantes del sur”, que rescató la historia y compiló material de los autores que tuvieron mayor presencia en la publicación. Se distribuyó a nivel nacional y está agotado.

En el año 2015 se publicó en España el libro “Historia del humor gráfico en Argentina”, de Judith Gociol y Diego Rosemberg. Le dedicó varias páginas a la movida patagónica, ampliado el contenido con el regreso a partir del año 2007 con la editora “La Duendes”.

Hoy, afortunadamente, la colección completa de “Duendes del sur”, “El Espejo. De los dibujantes del sur” y las más reciente “La Duendes”, se conserva en el archivo de historietas del PROGRAMA NACIONAL DE INVESTIGACIÓN EN HISTORIETA Y HUMOR GRÁFICO ARGENTINOS, DE LA BIBLIOTECA NACIONAL. De no existir ese espacio tan importante para la manifestación cultural que es la historieta, posiblemente todas esas publicaciones se hubiesen perdido.

Páginas de fotonovela realizada y protagonizada por varios dibujantes.


En marzo de este año se cumplieron 30 años de la joven aventura que fue “El Espejo. De los dibujantes del sur”. Aunque cuando se habla o escribe sobre “historieta nacional” mayormente se refiere a la publicada en Buenos Aires, desde el sur hicimos nuestro aporte.


Publicaron: Mario Tondato, Jorge Alderete, Carlos Vilche (El Ink), Diego López de Murillas, Manuel Gutierrez, Marcelo Candia, Martín Chirulo, Gabino Tapia, Di Silvestro, Juan Marchessi, Liliana y Marcela Ostrovsky, Carlos Riela, Walter Cazenave, Marcelo Pifarré, Daniel Lapetina. Adriana Muñoz, Marcelo Noriega, Francisco Palacios, Gustavo Morichetti (Tavo), Ramón de la Fuente, Horacio Marras, Quique González, Juan Carlos Moisés, Karolli Williams, Rodrigo Gorosito, Ricardo Macías, Roberto Guerrero, Aguado, Marcelo Martinelli, Son, Antonio Reus, Cristian Huberty, Luka, Mario y Gustavo Morón, Ignacio Stankewitsch, Vanesa Sosa, Olie Mayorga, César Hernández, Juan Barria, José Luis Tuñón, Sergio Miranda, Coffe, Maximiliano Melinchuk, Sebastian Bravo, Lisandro Ruiz, Fabio Aguilar, Dolores Morón, Marcelo Gavilán, Diego Fonseca, Marcos Di Tullio, Mario Mendonca, Leonardo, Eduardo Gallardo, Manuel Coronel, Lautaro Fiszman, Sandra Lavandeira, Ezequiel García y Jorge Gallardo.

jueves, 24 de marzo de 2022

HUGO PRATT el tano, por Germán Cáceres

                                          (Buenos Aires, libro artesanal, 2021, 256 páginas)




A manera de introducción hay una frase de Hugo Pratt: “Yo tengo un antiguo pacto con el futuro, porque trato de alcanzar ciertas cosas que sé que no tendré jamás.”

Este libro tan bien escrito está inundado de datos sobre el artista. No creo que Pratt haya sabido tanto sobre su propia vida y obra  como este ensayista que realizó a partir de 2004 una investigación ciclópea.

Pratt nació el 14/6/1927en Playa del Lido entre Ravena y Rímini – aunque él se consideraba veneciano–y falleció en Grandvaux, Suiza, el 20/8/1995. Se casó dos veces, tuvo cuatro hijos y, además, reconoció a dos naturales.

Pravia es sumamente minucioso al detallar los pormenores de la vida de Pratt. Opina que “…se ha definido como un autodidacta dotado por la naturaleza, con un permanente interés innato por el dibujo y dueño de un universo propio surgido de su imaginación…”

El libro se da el lujo no solo de enumerar la obra completa de Pratt, sino de aquellos historietistas que fueron sus amigos y de sus compañeros de trabajo. Admiraba a dibujantes de la talla de Milton Caniff, Alex Raymond, Noel Sickles. Alex Toth y Will Eisner. Además, el volumen menciona innumerables historietas y revistas.

Pratt siempre demostró una vocación aventurera que no puede dejar de evocar a otro grande: Robin Wood.

Hugo Pratt el tano cuenta con muchas fotos y dibujos suyos y también de otros sobresalientes maestros del grafismo.

Pratt siempre ha manifestado que no quería tener casa propia porque no podía estarse quieto en un mismo sitio: fue un trotamundos insaciable Y así, el texto intenta captar todos los aspectos de su personalidad: gestos, manías, las salidas con amigos, sus mujeres y, especialmente, sus comilonas. Se lo percibe excéntrico, vital, anárquico.

Fue uno de los tantos integrantes del equipo artístico que se aglutinó alrededor de la figura de Oesterheld  –al que consideraba el más grande guionista de historietas– cuya casa “…fue un verdadero semillero de arte”.

Sobre la evolución del estilo de Pratt a partir de El Sargento Kirk –el guión pertenecía a Oesterheld– en el cual exhibía excelentes primeros planos y usaba pincel en las manchas, Pravia señala que más adelante adopta una figuración que lo llevaría al “…más puro concepto cinematográfico de narración”. También indica que “…trabajaba en sus originales al doble del tamaño de publicación.” El mismo artista se definió como “un escritor que dibuja y un dibujante que escribe.”

Se señala a la recordada Escuela Panamericana de Arte, fundada por los hermanos Enrique y David Lipszyc y en la que ejerció Pratt como profesor. También  nombra a otros maestros que ejercieron la docencia allí.

En cierta forma, con sus abundantes datos, mientras habla de Pratt comenta una parte importante de la historia de este noveno arte. Por ejemplo, la Editorial Frontera y sus famosas revistas Frontera y Hora Cero. Allí nació uno de sus tantos hitos: Ticonderoga Flint, con guión de Oesterheld. El mismo dúo dio origen a Ernie Pike, un cronista que relata los sufrimientos y desastres que origina la guerra.

Pravia enuncia que Ann y Dan (1959) fue la primera historieta que realizó en forma integral Hugo Pratt, asistido por Gisela Dester en dos episodios.

En 1967  Pratt escribe y dibuja La Balada del Mar Salado, en la que aparece su personaje más logrado y que le dio fama internacional: Corto Maltés. Éste recibió el Yellow Kid en el Festival de Lucca de 1970 y fue premiado en el Festival de Angouleme en 1976. La lista completa de distinciones que obtuvo es inagotable. Según el guión de Pratt, el Corto Maltés nació un10 de julio de 1887 en Malta, hijo de una gitana sevillana y un marinero inglés. El héroe se sumerge en aventuras de todo tipo, lindantes con la fábula: es un bohemio, un soñador que viaja a los lugares más insólitos del planeta.

Al final del libro hay un artículo de apenas cuatro páginas –«Orígenes de la Literatura Dibujada»– donde se resume con un poder de síntesis poco común la historia de este género en la Argentina.

Hugo Pratt el tano es un libro excelente e imprescindible: debe figurar en la biblioteca de todo amante de la historieta. Juan Sasturain enfatizó: “Qué envídia. Muy pocas veces un libro nos produce una sensación así. Gracias por eso.”

Aldo Pravia (Buenos Aires, 1947) trabajó como dibujante publicitario. Desde muy chico fue un fanático de las historietas y cursó un año en la Escuela Panamericana de Arte. Asimismo, estudio dibujo y pintura con distintos maestros. Escribió artículos, colaboraciones y producciones de cine y TV. para Argentina e Italia.

Germán Cáceres